Hace algunas semanas tuve la ocasión de conocer a dos mujeres realmente excepcionales. Dos mujeres luchadoras que no han dudado en rebelarse contra la discriminación, el machismo y la falta de oportunidades a los que todavía se enfrentan muchas en Perú y en general en Latinoamérica, especialmente en las zonas rurales. Sus nombres: Lila y Victoria.
Tiene los ojos grandes, la sonrisa contagiante y una sorprendente facilidad para hablar en público, sin miedo alguno. Lila León Inga, nació en Cutervo, una alejada provincia del departamento de Cajamarca y ha pasado toda su vida allí. Viéndola así, tan segura de si misma, pocos podrían imaginar que esta mujer de 41 años, apenas aprendió a leer y escribir hace 5 años, siendo ya toda una adulta y madre de tres hijos.
"Yo aprendí a leer y escribir a los 36 años, en el círculo de alfabetización de Ayuda en Acción y la ONG Escaes y en verdad eso cambio mi vida" Lila, cuenta que tomar la decisión de salir del analfabetismo le costó mucho, pues tuvo que enfrentarse a su esposo y toda una comunidad convencida de que el estudio no es cosa para mujeres y menos para madres de familia. "Las mujeres son para la cocina, para criar a los hijos para cuidar animales, no para perder el tiempo en la escuela....así pensaban mis padres y por eso no fui al colegio y mi esposo decía lo mismo, por suerte hoy piensa distinto"
Lila admite que hasta ella misma se había convencido de que las cosas eran así y no había más remedio. Había conocido a otras mujeres que intentaron rebelarse pero eran golpeadas por sus maridos y al final desistían de estudiar. "Pero yo seguí adelante, me escapaba y me iba a escondidas a las clases, tenía muchas ganas de aprender y ser alguien en la vida, porque nunca es tarde. Hoy me siento orgullosa de lo que he logrado, he aprendido más que leer y escribir, he aprendido a valorarme como persona, a conocer mis derechos".
Gracias a su empeño hoy Lilia es Presidenta de la Ronda Campesina de su comunidad, además de promotora de salud y madre motivadora en los centros de educación temprana. Su familia la apoya y su comunidad la respeta.
Victoria Santa Cruz, es cusqueña, de la provincia de Anta. Tiene 46 años y aunque a diferencia de Lila, si fue a la escuela, sufrió en carne propia el machismo. "A los 9 años quede huérfana de padre y desde chica he visto como marginaban a las mujeres, era terrible, a mi madre por ser viuda le quitaron sus tierras porque decían que las mujeres no podían llevar propiedades, atropellaron todos nuestros derechos y eso me marcó"
Desde entonces Victoria se propuso cambiar el rumbo de las cosas, pero no fue fácil. "Yo me convertí en miembro activo de mi comunidad, era una comunera, pero era discriminada por ser mujer, los comuneros no estaban de acuerdo e incluso uno de ellos llegó a golpearme. Igual seguí adelante".
Con el apoyo de varias ONG Victoria pudo capacitarse en temas de derechos, gobernabilidad, ciudadanía y gracias a ello es la primera mujer en toda la provincia de Anta (y una de las pocas en todo el país) que ocupó la presidencia de su comunidad campesina. Ahora, no hay decisión que se tome en su zona que no cuente con la opinión de doña Victoria.
Aún queda mucho por hacer para superar la situación de desventaja en la que viven muchas mujeres (especialmente en el campo) en el país, pero historias como las de Victoria y Lila nos enseñan que con lucha y perseverancia, ese cambio sí es posible.
FUENTE:
http://www.elperiodico.com/blogs/mapamundi/blogs/blogperu/archive/2009/04/07/mujeres-que-valen-un-per.aspx
Tiene los ojos grandes, la sonrisa contagiante y una sorprendente facilidad para hablar en público, sin miedo alguno. Lila León Inga, nació en Cutervo, una alejada provincia del departamento de Cajamarca y ha pasado toda su vida allí. Viéndola así, tan segura de si misma, pocos podrían imaginar que esta mujer de 41 años, apenas aprendió a leer y escribir hace 5 años, siendo ya toda una adulta y madre de tres hijos.
"Yo aprendí a leer y escribir a los 36 años, en el círculo de alfabetización de Ayuda en Acción y la ONG Escaes y en verdad eso cambio mi vida" Lila, cuenta que tomar la decisión de salir del analfabetismo le costó mucho, pues tuvo que enfrentarse a su esposo y toda una comunidad convencida de que el estudio no es cosa para mujeres y menos para madres de familia. "Las mujeres son para la cocina, para criar a los hijos para cuidar animales, no para perder el tiempo en la escuela....así pensaban mis padres y por eso no fui al colegio y mi esposo decía lo mismo, por suerte hoy piensa distinto"
Lila admite que hasta ella misma se había convencido de que las cosas eran así y no había más remedio. Había conocido a otras mujeres que intentaron rebelarse pero eran golpeadas por sus maridos y al final desistían de estudiar. "Pero yo seguí adelante, me escapaba y me iba a escondidas a las clases, tenía muchas ganas de aprender y ser alguien en la vida, porque nunca es tarde. Hoy me siento orgullosa de lo que he logrado, he aprendido más que leer y escribir, he aprendido a valorarme como persona, a conocer mis derechos".
Gracias a su empeño hoy Lilia es Presidenta de la Ronda Campesina de su comunidad, además de promotora de salud y madre motivadora en los centros de educación temprana. Su familia la apoya y su comunidad la respeta.
Victoria Santa Cruz, es cusqueña, de la provincia de Anta. Tiene 46 años y aunque a diferencia de Lila, si fue a la escuela, sufrió en carne propia el machismo. "A los 9 años quede huérfana de padre y desde chica he visto como marginaban a las mujeres, era terrible, a mi madre por ser viuda le quitaron sus tierras porque decían que las mujeres no podían llevar propiedades, atropellaron todos nuestros derechos y eso me marcó"
Desde entonces Victoria se propuso cambiar el rumbo de las cosas, pero no fue fácil. "Yo me convertí en miembro activo de mi comunidad, era una comunera, pero era discriminada por ser mujer, los comuneros no estaban de acuerdo e incluso uno de ellos llegó a golpearme. Igual seguí adelante".
Con el apoyo de varias ONG Victoria pudo capacitarse en temas de derechos, gobernabilidad, ciudadanía y gracias a ello es la primera mujer en toda la provincia de Anta (y una de las pocas en todo el país) que ocupó la presidencia de su comunidad campesina. Ahora, no hay decisión que se tome en su zona que no cuente con la opinión de doña Victoria.
Aún queda mucho por hacer para superar la situación de desventaja en la que viven muchas mujeres (especialmente en el campo) en el país, pero historias como las de Victoria y Lila nos enseñan que con lucha y perseverancia, ese cambio sí es posible.
FUENTE:
http://www.elperiodico.com/blogs/mapamundi/blogs/blogperu/archive/2009/04/07/mujeres-que-valen-un-per.aspx
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